domingo, 24 de abril de 2011

Un momento para mirar atrás

Acabo de llegar de mis vacaciones, he dejado el equipaje en el suelo de mi habitación, he comido algo, he tomado una pequeña siesta y justo después de haber ido a la tienda a comprar he salido a correr.  Parecía que estrenaba piernas nuevas, aunque me notaba que la resistencia había disminuido considerablemente, y es que desde la media maratón de Madrid apenas he entrenado, puesto que decidí  tomarme un pequeño descanso. 

Era el momento para reposar después de estos meses en los que llevo corriendo. Son unos nueve meses más o menos el tiempo que hace que empecé tanto a competir como a escribir este blog y la transformación que he ido experimentando ha sido increíble. Cuando comencé salía a correr con cualquier tipo de zapatillas y de ropa. Justo antes de empezar,  mis hábitos alimenticios no eran los mejores que se pueden tener, no sólo los hábitos alimenticios, sino la forma de comer también. Además, me siento mucho más en forma, no tengo tanta barriga como estaba empezando a tener, mi espalda está mucho más firme y no tengo esos períodos de cansancio que me iban y me venían continuamente. Ahora salgo a correr con zapatillas específicas para el running y una ropa más adecuada. La diferencia es abismal. No he perdido tanto peso como esperaba, aunque sí estoy más delgado por el hecho de que lo que se pierde en grasa se recupera en musculatura. Y lo mejor ha sido el estado de bienestar permanente que me genera el correr, tanto de forma física como anímica así como el haber mejorado mi dieta. 

He reducido gran parte de la comida “fast food” que tomaba antes por otra mucho más recomendable (digo “he reducido” porque eliminarlo me sería imposible. He de reconocer que me encantan los kebabs, hamburguesas..., que no tienen por qué  ser considerados como perjudiciales, aunque los que podemos encontrar en la mayoría de lugares lo sean). He empezado a comer más productos a la plancha como pollo o pavo, más ensaladas, frutos secos,  pescado, verduras, etc. Y además no soy tan glotón ni como al sprint. Evito cometer ese tipo de errores tales como no desayunar para “perder  peso” y después llegar a casa y almorzar el doble de lo normal de tanta hambre acumulada, lo cual es lo peor. En definitiva, mi nutrición ahora dista de ser todo lo sana que me gustaría, porque no es fácil hacerlo por distintos motivos como puedan ser tiempo de preparación o precio entre otros, pero de todos modos la he mejorado bastante. En resumen, esta es mi situación actual, yo diría que mucho mejor, es más, no paro de plantearme por qué no empecé a hacerlo antes. De cualquier manera más vale tarde que nunca.

miércoles, 6 de abril de 2011

Media Maratón de Madrid 2011

     Iba a ser la segunda media maratón que hago en mi vida, y curiosamente la segunda  en menos de un mes. Además de la prueba atlética de más prestigio y con mayor número de participantes en la que había participado. Por si fuera poco batió su propio record de asistencia con casi 15.000 corredores. Me propuse darlo todo y superar los 1:51:00 de la anterior. Era el gran día. Anuncié en Facebook que pretendía bajar del 1:50:00 y el día antes fui narrando todo lo que hacía, desde ir a la recogida de dorsal, como las comidas que tomaba y a qué hora. Todo estaba preparado, nada podía salir mal. Llevaba mucho tiempo esperando este momento. Por un lado, no me sentía muy fresco dado el reciente esfuerzo de la última carrera, por otro lado, había intentado equilibrar suficiente entrenamiento con suficiente descanso. Me levanté muy temprano, sobre las 7 de la mañana, bebí un café y empecé a calentar en casa durante una media hora. Para desayunar: frutos secos y  yogur griego con miel. No dormí tanto como me hubiese gustado pero me encontraba bien,  fuerte. Una vez allí me impresionó la cantidad de corredores. Curiosamente estábamos en el mismo lugar en el que corrí mi primera carrera. Nos pusimos en la fila de salida. Los primeros atletas comenzaban a salir; tardamos unos siete minutos hasta que pudimos cruzar la línea de salida, había demasiada gente, era difícil tanto el correr como el adelantar. Al comienzo llevaba un buen ritmo, me mantuve así durante la mitad de la carrera, conocía ese tramo, había entrenado muchas veces allí. Al llegar al km. 11 pensé que tenía que acelerar para poder llegar en el tiempo estipulado. Aumenté el ritmo, iba bien, estuve así unos dos ó tres kms, después, tras una subida tuve que frenarme un poco. Empezaba a sentirme cansado. Pero en cuanto recuperé algo más de fuerzas, decidí volver a intensificar el ritmo. No podía fallar. Así me mantuve hasta que llegué al km. 17. Era la recta final. La hora de la verdad. Todo estaba siendo perfecto. El momento culminante, la hora de saber si lo conseguiría. Todavía me encontraba fuerte, era capaz de correr deprisa, mi cuerpo me estaban respondiendo especialmente bien. Miré mi reloj y vi que si mantenía una media de 5 minutos por kilómetro podría conseguirlo. Estaba corriendo en llano, era una recta muy larga que me permitía ir bastante rápido. Todo iba a mi favor. Tras la recta venía una cuesta hacia abajo bastante larga, aparentaba ser tan fácil. De todos modos, no quise confiarme porque sabía que al final me iba a encontrar una subida, aun sin saber cómo era, me dijeron que sería muy dura. Mientras tanto, no paraba de ir mirando mi reloj e ir haciendo cálculos. Tras haber ido a toda velocidad llegó la cuesta. Las cuestas son algo que causa mucho temor a la mayoría de corredores, a mí en cambio, me gustan, me hacen sentir seguro, cuando hay una cuesta me gusta incrementar el ritmo y ver cómo adelanto a los demás. Me hace sentir fuerte. Y allí estaba mi cuesta, era la hora de empezarla, pero esta empezaba después de 19 kms. Comencé a subir y de repente sentí que me faltaban las fuerzas, apenas podía seguir corriendo, era algo que no había experimentado aún, por momentos me sentía mareado y veía como era yo al que adelantaban, la cabeza me daba vueltas y oía vagamente los gritos de ánimo de la gente. De forma casi inconsciente mi cuerpo continuaba cuesta arriba, mi cabeza decía: “no puedo más, para”, pero mi cuerpo, sobre todo mis piernas seguían y seguían como por inercia, estaba llegando al final de la cuesta y de repente empecé a pensar que no iba a poder seguir, a tan sólo 2 kilómetros de la meta pensé que el desmayo era algo inevitable, pensé que lo más prudente era dejar de correr, pensé que quién me había mandado a mí meterme en esto, pensé en abandonar o seguir andando. Pero al mismo tiempo me acordaba de toda la gente que me daba ánimo, tanto de mis amigos a través de Facebook, como de la gente que sale a la calle a apoyarte. Todo pasaba por mi cabeza en cuestión de segundos.  Por momentos intentaba asumir el fracaso de no poder acabar o de acabar en un tiempo por encima del esperado. Pero si algo me caracteriza como persona es mi capacidad de conseguir las cosas que me propongo, así que seguí como puede, me quité la cinta elástica del pulsómetro del cuerpo, todo me sobraba, no me importaban mis pulsaciones, me la lié en la mano y la apreté fuertemente con el puño. Continué como pude hasta el final de la cuesta y una vez en llano seguí sin parar hasta que experimenté una pequeña recuperación. Ya estaba dentro del parque del Retiro, punto de salida y llegada, "sólo 2 kilómetros más” me decía a mí mismo. Cada metro era infinito, cada paso parecía el último que iba a ser capaz de dar, pero después venía otro y otro y después uno más. Así continuaba sin parar por los dos infinitos últimos kilómetros. Miraba al reloj una y otra vez, cada vez había más gente animando, y yo cada vez veía más cerca la posibilidad de acabar aunque por momentos pensaba que iba a caer al suelo. Llegó una pequeña bajada y fui capaz de acelerar un poco más, la meta parecía no existir. Pero finalmente, tras acabar una parte en curva, llegué a una recta al final de la cual podía intuir que estaba la meta. Vi como se llevaban a un señor en camilla,  algo realmente duro. Era una recta estrecha complemente llena de gente a los lados, gritando, insuflándote esa fuerza que tú ya no eres capaz de encontrar por ti mismo. Miré al fondo, miré a mi reloj y marcaba 1h 48 min y algunos segundos, no sabía si iba a llegar antes del 1:50:00, no podía más pero mis piernas no paraban, ese día parecían estar hechas de un material especial. Esprinté todo lo que pude. La meta cada vez más cercana, los gritos de la gente ensordecedores. De repente, una vez más levanté la cabeza, miré mi reloj de muñeca, miré al frente, miré el reloj de la carrera, cerré los puños lo más fuerte que pude en señal de victoria, levanté las manos, crucé la línea de meta y vi que había llegado en 1:49:21, no me lo podía creer; lo había conseguido. Estaba muy mareado pese a haber parado, pensé que me iba a dar una lipotimia. Me comí un plátano, bebí un poco y me fui recuperando lentamente, estaba destrozado pero  acabé la carrera, lo hice en el tiempo que me había planteado y la que iba a ser mi mejor carrera lo acabó siento.